miércoles, 16 de septiembre de 2009

LAS DIFERENCIAS QUE MARCAN


Después de empezar a tirar con pititos la cuestión se fue a las nubes, todo se potenció y como nosotros tenemos súper buena onda en general y una tremenda calentura de base, nuestra forma de fornicar tomó ribetes espectaculares. Las fotografías fueron cada vez más porno, era como si el flash me encendiera, recuerdo que a veces al pedirte una pausa tú tomabas la cámara y empezabas a disparar mientras yo me exhibía y enloquecía cada vez más caliente, se iba a la cresta la pausa y empezábamos a darle de nuevo.
Tu forma de tirar desde el principio me pareció increíble, eras tan distinto a todo lo que conocía, te gustaba darte tiempo para todo; la intensidad, la preocupación, la dedicación que ponías en cada acto o gesto por insignificante que pareciera. La energía que emana de ti es desbordante. Pero vamos a lo más concreto.
Cuando te conocí ya tenía experiencia, no vamos a decir que era mucha, pero sí suficiente como para poder realizar algunas comparaciones. El tema del tiempo no es menor, algunos hombres duran 5 minutos, otros 20, otros 30(un cuarto pudahuel). La mayoría acaba un par de veces, sobre todo si duran poco la primera, en unos pocos minutos ya están listos para la segunda, la tercera es de excepciones, pero igual con todo eso no superan la hora (media pudahuel) y siempre acaban por lo menos una vez. Tú eres capaz de tirar 3 horas seguidas (pudahuel y media) y generalmente NO acabas. Noto que te encanta dejarme exhausta, con una sonrisa de oreja a oreja y sacarme tu pico duro y firme como si estuviéramos empezando, es como si te sintieras triunfador en grado máximo, listo para la otra batalla. Igual me costó tiempo entender que ese era tu goce máximo, que no buscabas eyacular y que no acababas porque no querías. En todo caso aún me cuesta entender cómo es que duras tanto rato sin cansarte, haciendo la mayoría de la pega y con tu arma cargada al 100%. Igual me encanta que acabes y sentir ese olor a semen tan especial, un poquito ácido.
La idea era encontrar el máximo placer y siempre un poquito más, no es sexo sólo genital, es descubrir en todos los sentidos, sentir en cada milímetro de piel, volar en cada pensamiento, llevar y dejarse ir, hacer realidad toda fantasía posible, oliendo, degustando, escuchando y respirando al otro como si fuera parte de uno mismo. Me convertí en una perra en celo, que pide y exige lo que quiere, que toma iniciativas, que propone y que va a todas, que es objeto de placer y que se asume como tal.
Después que derribaste muchos de mis dogmas en cuanto a sexo, me di cuenta que lo mejor era dejar de lado las negaciones e intentar todo con la mejor disposición. Al comenzar nuestra relación nos contamos todo lo que pudimos acerca nuestras vidas, y dentro de eso estaban las parejas anteriores y cómo nos relacionábamos con ellos, yo creo que siempre hay un poco de morbo en eso de querer saber, que te cuenten pormenores. Eso lo hicimos a grandes rasgos en los primeros meses, después tú empezaste a inquirir más y más detalles acerca de eso, querías saberlo TODO. Cómo, con qué frecuencia, dónde, cuánto gozaba, no me importaba contártelo, pero a veces me preguntabas en plena batalla, y ahí yo me iba a la mierda. Empezaba a recordar para contarte y se me pasaba la calentura, seguramente porque estaba condicionada a que ese fuera un tema doloroso, en mis anteriores relaciones estaba la parada de “no me importa tu pasado”, pero cada vez que era necesario se cobraba ese pasado.
Fue muy de a poco, después de mucho conversarlo y entendiendo que a ti más que no dolerte, te calentaba imaginarme con otro, que empecé a hablarte de ellos mientras tirábamos. Ahí abrimos otra compuerta.

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