Recuerdo que decidí tirar contigo antes de que mi novio, como tú lo llamabas, regresara de su viaje a Nueva York. Me tenías demasiado caliente como para sacarme con él, las ganas que había juntado contigo, eso me habría hecho sentir más infiel aún, pero eso que yo había planificado con algunos días de holgura, se fue a la cresta porque según yo, él salía del aeropuerto en NY cuando en verdad estaba llegando a Santiago. A pesar de esto yo sentía la imperiosa necesidad de concretar esas fantasías que había creado en mi cabeza y que me tenían alegremente ansiosa, antes de volver a ver a este personaje que se había convertido en algo parecido a una pareja, dejando aparentemente superada mi etapa de amigos con ventaja .
La ropa interior hacía ya bastante tiempo se había convertido en algo importante en mi vida, usaba colaless o pantaletas y había dejado de lado los antiguos y poco sexys bikinis que usaba cuando era o trataba de ser una “dama bien”. Recuerdo que pasé largo rato pensando qué ropa ponerme, imaginando como me desnudarías, (era mayo por lo que hacía algo de frío y no era posible ponerse algún vestido de seda que sólo con correr un cierre, dejara al descubierto, de forma plácida y erótica toda la piel y la falsamente escondida ropa interior). Me puse unos pantalones a la rodilla que tenían la particularidad de que el cierre se encontraba en la parte de atrás, de manera que al bajarlo quedaría al descubierto mi culo (que es una de las partes que más me gusta de mi cuerpo), unas pantys negras transparentes que tenían dibujados unos rombos y un colaless pequeño. Sentía la rara mezcla de los nervios propios de la primera vez con una confianza que sobrepasaba toda lógica, si pensamos en lo diferente y extraño que resultabas ser para mí. (Nunca había tenido relación con alguien que se pareciera a ti).
Hablamos la noche anterior muy hot como ya se estaba haciendo costumbre, yo había recibido el llamado de mi “novio” que estaba tomando el vuelo de regreso a Santiago y me dió pataleta, tú fuiste muy comprensivo y me dijiste que lo dejáramos pa’ delante, pero yo ya te tenía metido en mi cabeza, aunque no era precisamente mi cabeza la comandaba mi cuerpo en ese momento. TENÍA QUE TIRAR CONTIGO.
Era la segunda vez que estaba en tu cabaña, “la cabaña del guardabosques "(decías que preferías ser el guardabosques del príncipe azul, que estos personajes eran muchísimo más entretenidos que los príncipes), pero esta segunda vez era rotundamente diferente.
La primera vez que estuve ahí fue después de nuestra primera cita, fuimos a comer a tu restaurante favorito y cuando estábamos terminando, me dijiste “yo no soy un violador”, yo te escuché claramente pero tuve que hacerme la loca para que me repitieras lo dicho y así darme tiempo a pensar. Querías que fuera a conocer tu casa, tu cabaña, tu lugar y aunque yo había desafiado mis temores y haciéndome la chorita había escogido el frontis de tu casa para estacionarme pudiendo hacerlo en otro lugar, estaba bien cagada pensando que si entraba en tu casa, seguro tirábamos, entonces yo había preparado una respuesta para cuando me invitaras a pasar a tu casa. Yo me negaría diciendo que no entraría porque no quería que tiráramos, pero con tu declaración previa me quedé sin palabras, sin coartada y pasé. Con el abrigo abotonado hasta el cuello, las manos en los bolsillos y tratando de estar lo más alejada de ti, porque si llegaba a “caer” sería abiertamente sólo porque tenía ganas y en ese tiempo yo era cartucha y no me permitía tomar iniciativas, yo mas bien accedía a las urgentes necesidades de mis amantes. Esa cita terminó con el abrigo igual de abotonado, mi honor a salvaguarda, pero al despedirnos de una forma torpemente deliciosa nos dimos un beso cuneteado, creo que ahí sentí la certeza que no había vuelta atrás.
La segunda vez fue diferente, yo sabía a lo que iba , estaba muerta de ganas y recuerdo la adrenalina cuando caminaba hasta tu casa, sabía que todo estaría bien, hacía tanto tiempo que no sentía esa exquisita sensación de calentura que te moja automáticamente de sólo pensarlo, esa explosión contenida , tenía tantas ganas de que me abrazaras sin testigos y fuimos de a poco, sin prisa. Empecé a conocer el poder de tus manos que fueron deslizándose por mi espalda y acariciando cada centímetro de mi cuerpo aún con toda la ropa puesta. Nos besamos tanto, aspirando el aire del otro, babosos, chupándonos los labios, disfrutando el sabor de la boca, de la lengua, de la saliva.
Me fuiste sacando la ropa prenda por prenda...esta era una parte complicada para mí por dos poderosas razones, la primera era que aunque siempre he sabido que tengo un cuerpo bastante armonioso, en ese entonces tiraba siempre con el sostén puesto, mis pechos son pequeños y en ese momento era absolutamente plana, pero sabía que no podía jugar como hasta ahora, que este hombre que tenía al frente no me permitiría una pendejada como esa. En todo caso yo estaba super entregada y no quería privarme de ningún placer por un poco de pretensión. El segundo problema era mucho mas grave e imposible de ocultar en esas lides, andaba con mi zorra medianamente depilada. Mi “novio” me había rasurado completamente la zorra , lo que le valió ganarse el apodo de “El barbero de la reina”, lo peor era que ya habían pasado varios días de eso y los pendejos estaban a medio crecer, no era un paisaje muy glamoroso, lo único que me relajaba un poco con este tema, era que en un chat anterior te lo había confesado, entonces tú por lo menos lo esperabas,... claro que si yo hubiera tenido conocimiento de tu verdadero culto a los pendejos, no me hubiera atrevido a presentarme en esas condiciones. Bueno, a pesar de esto, quedé absolutamente desnuda frente a tí, dispuesta y entregada, tuve un par de orgasmos sólo con tus caricias y caí en una especie de trance medio aguevonado, que me dejó sólo un lote de imágenes medio desordenadas de lo que ocurrió después y aunque a decir verdad no fue un polvo muy glorioso, yo quedé feliz y tú esperanzado, con la certeza de que con el tiempo y la práctica esto tenía que ser esplendorosamente superado.
La ropa interior hacía ya bastante tiempo se había convertido en algo importante en mi vida, usaba colaless o pantaletas y había dejado de lado los antiguos y poco sexys bikinis que usaba cuando era o trataba de ser una “dama bien”. Recuerdo que pasé largo rato pensando qué ropa ponerme, imaginando como me desnudarías, (era mayo por lo que hacía algo de frío y no era posible ponerse algún vestido de seda que sólo con correr un cierre, dejara al descubierto, de forma plácida y erótica toda la piel y la falsamente escondida ropa interior). Me puse unos pantalones a la rodilla que tenían la particularidad de que el cierre se encontraba en la parte de atrás, de manera que al bajarlo quedaría al descubierto mi culo (que es una de las partes que más me gusta de mi cuerpo), unas pantys negras transparentes que tenían dibujados unos rombos y un colaless pequeño. Sentía la rara mezcla de los nervios propios de la primera vez con una confianza que sobrepasaba toda lógica, si pensamos en lo diferente y extraño que resultabas ser para mí. (Nunca había tenido relación con alguien que se pareciera a ti).
Hablamos la noche anterior muy hot como ya se estaba haciendo costumbre, yo había recibido el llamado de mi “novio” que estaba tomando el vuelo de regreso a Santiago y me dió pataleta, tú fuiste muy comprensivo y me dijiste que lo dejáramos pa’ delante, pero yo ya te tenía metido en mi cabeza, aunque no era precisamente mi cabeza la comandaba mi cuerpo en ese momento. TENÍA QUE TIRAR CONTIGO.
Era la segunda vez que estaba en tu cabaña, “la cabaña del guardabosques "(decías que preferías ser el guardabosques del príncipe azul, que estos personajes eran muchísimo más entretenidos que los príncipes), pero esta segunda vez era rotundamente diferente.
La primera vez que estuve ahí fue después de nuestra primera cita, fuimos a comer a tu restaurante favorito y cuando estábamos terminando, me dijiste “yo no soy un violador”, yo te escuché claramente pero tuve que hacerme la loca para que me repitieras lo dicho y así darme tiempo a pensar. Querías que fuera a conocer tu casa, tu cabaña, tu lugar y aunque yo había desafiado mis temores y haciéndome la chorita había escogido el frontis de tu casa para estacionarme pudiendo hacerlo en otro lugar, estaba bien cagada pensando que si entraba en tu casa, seguro tirábamos, entonces yo había preparado una respuesta para cuando me invitaras a pasar a tu casa. Yo me negaría diciendo que no entraría porque no quería que tiráramos, pero con tu declaración previa me quedé sin palabras, sin coartada y pasé. Con el abrigo abotonado hasta el cuello, las manos en los bolsillos y tratando de estar lo más alejada de ti, porque si llegaba a “caer” sería abiertamente sólo porque tenía ganas y en ese tiempo yo era cartucha y no me permitía tomar iniciativas, yo mas bien accedía a las urgentes necesidades de mis amantes. Esa cita terminó con el abrigo igual de abotonado, mi honor a salvaguarda, pero al despedirnos de una forma torpemente deliciosa nos dimos un beso cuneteado, creo que ahí sentí la certeza que no había vuelta atrás.
La segunda vez fue diferente, yo sabía a lo que iba , estaba muerta de ganas y recuerdo la adrenalina cuando caminaba hasta tu casa, sabía que todo estaría bien, hacía tanto tiempo que no sentía esa exquisita sensación de calentura que te moja automáticamente de sólo pensarlo, esa explosión contenida , tenía tantas ganas de que me abrazaras sin testigos y fuimos de a poco, sin prisa. Empecé a conocer el poder de tus manos que fueron deslizándose por mi espalda y acariciando cada centímetro de mi cuerpo aún con toda la ropa puesta. Nos besamos tanto, aspirando el aire del otro, babosos, chupándonos los labios, disfrutando el sabor de la boca, de la lengua, de la saliva.
Me fuiste sacando la ropa prenda por prenda...esta era una parte complicada para mí por dos poderosas razones, la primera era que aunque siempre he sabido que tengo un cuerpo bastante armonioso, en ese entonces tiraba siempre con el sostén puesto, mis pechos son pequeños y en ese momento era absolutamente plana, pero sabía que no podía jugar como hasta ahora, que este hombre que tenía al frente no me permitiría una pendejada como esa. En todo caso yo estaba super entregada y no quería privarme de ningún placer por un poco de pretensión. El segundo problema era mucho mas grave e imposible de ocultar en esas lides, andaba con mi zorra medianamente depilada. Mi “novio” me había rasurado completamente la zorra , lo que le valió ganarse el apodo de “El barbero de la reina”, lo peor era que ya habían pasado varios días de eso y los pendejos estaban a medio crecer, no era un paisaje muy glamoroso, lo único que me relajaba un poco con este tema, era que en un chat anterior te lo había confesado, entonces tú por lo menos lo esperabas,... claro que si yo hubiera tenido conocimiento de tu verdadero culto a los pendejos, no me hubiera atrevido a presentarme en esas condiciones. Bueno, a pesar de esto, quedé absolutamente desnuda frente a tí, dispuesta y entregada, tuve un par de orgasmos sólo con tus caricias y caí en una especie de trance medio aguevonado, que me dejó sólo un lote de imágenes medio desordenadas de lo que ocurrió después y aunque a decir verdad no fue un polvo muy glorioso, yo quedé feliz y tú esperanzado, con la certeza de que con el tiempo y la práctica esto tenía que ser esplendorosamente superado.
Sexy, Spunky y tesuda ... Cuando vienes a Portugal? Me siento como que usted come su tesuda
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