Estar dos años deprimida no es menor, me fue muy difícil superar esta etapa, seguramente pasé por lo mismo que pasan todas las mujeres que sienten que las abandonan y que hasta ahí no más les llegó la vida, estaba desolada, le había entregado tanto a ese hombre que no tenía idea quien era yo, sin él; sentía que estaba vieja (42 años) y que jamás iba a recuperar las ganas de sentirme mujer. La verdad es que hubiera seguido así de no haber tomado la decisión consciente de querer cambiar. Parte de esa decisión estaba en estar dispuesta a hacer algo que nunca antes había hecho…tener sexo sólo por diversión, sin sentimientos cercanos al amor, sólo con el enamoramiento que dura mientras alguien es tu compañero por unas horas, alguien con quien compartes alegremente y sin drama, alguien que te quiere y a quien quieres, que es tu amigo, que te cae muy bien….Así apareció al que llamaremos el Chico Guapo. Llegó a mi oficina derramando testosterona, amable, seguro, enfermo de canchero, más bien bajo de estatura pero con una energía que hace que eso sea un detalle menor. Empezó a seducirme apenas nos presentaron y me sentí muy complacida con eso, se mostró super interesado en querer trabajar conmigo, llegaba sorpresivamente a mi trabajo y muy de a poco empecé a dejar que los instintos naturales afloraran, empecé a disfrutar de la cercanía de este macho, a sentir el placer de olerlo cuando estaba en mi escritorio, a no reprimir el goce de sentir sus manos en mis hombros, así empezó a emerger mi ser femenino ese que estuvo sepultado tan largo tiempo.
Este Chico Guapo era casado y cuando conocí a su mujer, me sentí bastante intimidada, era una mujer increíblemente joven, atractiva y con mucho cuento, un motivo más para estar muerta de susto, mis inseguridades eran avasalladoras y muchas veces tiré pa’ la cola de puro temor al rechazo,..cuando uno está tan fuera de training en esas lides todo es un problema, mi hándicap era bastante potente, hacía mucho tiempo que no usaba mis armas de conquista y pa’ rematarla dos años sin tirar puede ser un peso muy grande.
Además igual no era fácil para mí, seguía enganchada y pensaba que algún día podía volver el perro arrepentido y yo estaría aún inmaculada esperándolo. Tenía que luchar contra esa pelotuda esperanza que no tenía por dónde ser cierta.
Con este Chico Guapo comenzamos a chatear, y eso hizo un poco más fáciles las cosas, el chat tiene la exquisita particularidad de la lejanía, hay tiempo para pensar las respuestas, replegarse si hay mucho peligro, tirar una pequeña piedrita sólo para ver cómo reacciona el otro, en fin muy de a poco y con un aire aparentemente despreocupado hablamos de intimidad, él me contó algunas decepciones yo le hablé de las mías y así se fue tejiendo esa red de araña alrededor de la presa, aunque no era claro quién era la araña y quien la presa.
Un día de verano cerca de Navidad, acepté finalmente una invitación, sin tener muy claro a qué, anteriormente nos habíamos tomado algún café o un trago al salir del trabajo, pero nunca solos, esa sería la primera vez y sabía que era peligroso. Nos juntamos en el metro y era raro ya que sabíamos que habíamos traspasado las barreras de la cordialidad y estábamos en otra cancha, me preguntó qué quería hacer y le dije que quería un mojito, a pesar de que no acostumbro beber pensé que para entrar en “confianza” sería muy bueno un trago. Llegamos hasta un local muy bonito que él conocía, pero no tenían mojitos, con ese pretexto salimos del lugar rápidamente esta vez hacia su casa, ya quedaba muy poco de incertidumbre respecto a lo que venía, pero cómo sería…estaba de veras ansiosa. Llegamos a su casa, la única que nos recibió fue la gata, prendió unas velas, sirvió unas copas de vino y aunque no me gusta tomé un poco, encargó sushi que tampoco me gusta, pero entendiendo que era para agasajarme comí un poco sin decir demasiado, puso Bossa Nova y me dijo las palabras clave, “relájate que no va a pasar nada que no quieras, si quieres conversamos, te puedo hacer un masaje… lo que tú quieras va a estar bien”, Y así me fui entregando al placer, me trató como a una virgen, delicado pero seguro, me fue sacando la ropa sin premura, llevaba puesto un vestido que tiene como mil botones en el frente, los desabrochó uno por uno sin apuro, quedé en ropa interior, me tomó en brazos y así me llevó hasta su dormitorio, ya no había vuelta atrás tiramos casi como en un ritual, sin prisa tratando de exorcizar los demonios contenidos por tanto tiempo, él estaba al tanto de mi largo celibato y asumió su responsabilidad de sacarme de ese estado con una mística que hizo que todo resultara absolutamente bien, terminó de desnudarme en la semioscuridad del dormitorio, ahí se sacó la ropa y comenzó a besarme con suavidad, recorrió todo mi cuerpo que iba despertando después de esta hibernación forzada, sólo me dediqué a sentir, dejé que él hiciera todo, que me besara , que me tocara, que me penetrara, primero encima en la común posición del misionero, y luego boca abajo. A la luz de la luna, con este amigo y en su cama matrimonial volví a la vida, tuve un orgasmo nada espectacular, pero que significaba que aún quedaban cartuchos por quemar. Nos quedamos un rato tendidos en la cama, él me invitó a dormir, su mujer estaba en la playa, pero ya había sido suficiente para mí, y dormir juntos convierte las cosas en algo diferente. Esa fue la primera de muchas. Volví a mi casa en un taxi con algo de pena pero con la sensación de que había hecho lo correcto, que estaba empezando a sanarme.
Con esa rotunda y potente convicción partió mi etapa de AMIGOS CON VENTAJA