Con el Joven Amante teníamos planeado otra aventura cinematográfica pero empezamos con las típicas postergaciones por motivos ajenos a nosotros mismos.
Estaba con una cantidad de trabajo de locos cuando llamó el pendex de Tasmania, se cumplía una semana desde que había pasado por ese huracán y aún tenía una costra en mi codo como cicatriz de aquella batalla. Contesté la llamada pero le dije que no podía hablar, que yo lo llamaría después, insistió como tres veces, pero yo en verdad estaba hasta el cuello.
Entonces me envió un directo y osado mensaje, “A qué hora llegas … “ siempre me sorprende, es que lo encuentro súper jugado y eso me gusta, es valiente el cabro chico. Te llamé para contarte y te dije que iría pero esta vez a la salida de la oficina, te había comentado que no quería que pasara mucho tiempo antes de volver a tirar con él, no podía volver a cero si pretendía domarlo. Quería que fuera lo antes posible y ahí tomar una determinación si seguíamos con él o si lo dejábamos.
Me gustaba mucho pensar que pudiéramos incorporar al cabro chico a nuestra rutina de juegos, pensaba que podría llegar a ser un estupendo aporte, sin embargo todavía habían algunas cosas que no me convencían del todo: su salvajismo, la edad (cada vez que te decía - tiene la edad de mi hijo menor- tú me respondías - pero no es tu hijo, y cumplió los 18 hace rato- ) y esa mala onda que tuviste al comenzar. Pero debo reconocer que me calentaba el pendejo, sentía que era algo así como un trofeo, un deseable y requerido jovencito y eso siempre es bueno para el ego.
No quise enviarle un mensaje lo llamé y le dije que iba a las 18:30, no dijimos mucho más sólo los saludos triviales.
Me fui caminando, esta vez me sentía más preparada y mi desafío era empezar a domar a la bestia, sacarle provecho enseñarle que hay matices y pausas, que no todo debe ser un desborde de energía sin control.
Te llamé en el camino, ahora todo estaba bien entre nosotros, estábamos disfrutando a concho de nuestro juego de perros, de socios, de cómplices, de pareja pervertida.
Igual la cuota de nervios en esa previa no es menor, pero sobrepasan por mucho las ganas, la calentura de pasarlo a toda raja.
Nuevamente apenas cerró la puerta se me abalanzó como un huracán, pero esta vez yo no iba a soltar las riendas de ese potro desbocado, así es que lo calmé inmediatamente, le pregunté si tenía alguna cita después, me contestó que no, que teníamos todo el tiempo del mundo, de partida eso sirvió para aquietar sus ansias.
Me abordó besándome la boca, chupándome las orejas, mordisqueándome la espalda.
Saqué mi pito y esperé su reacción inmediata (parece que la marihuana ya no causa reacciones negativas en nadie) le pareció una muy buena idea, es más me dijo que él también tenía un pitito. Eso ayudaría mucho a la tarea de acomodar nuestra energía.
Mientras fumábamos desabroché su pantalón y liberé el dragón que pulsaba por salir, lo besé con devoción, lentamente pasando la lengua por aquella ranura de la cual emergían ya algunas gotas de delicioso semen. Seguimos atracando de pie en el living yo vestida y él a medio vestir, se abrochó el pantalón y me puso las manos en los glúteos, me elevó y empezó a caminar hacia el dormitorio, yo me aferré como koala con piernas y brazos alrededor de su tronco, mientras metía mi lengua en su boca.
Yo no iba preparada para sacarme la ropa fácilmente, llevaba unos pantalones muy ajustados y un top sin espalda, no tenía sostén, quedé en topless rápidamente, él me chupaba las tetas, me saqué el pantalón y el metía sus dedos en mi zorra que complaciente y ganosa se mojaba con mucha rapidez. Abrió la cama mientras me sacaba mis calzones, me tiré de espaldas abriendo las piernas para que me penetrara ofreciendo la zorra en plenitud. Se puso el preservativo se hincó de frente y me penetró firme y fuerte, con vigor, en su estilo pero bastante más mesurado que la vez anterior, cuando empezó a agarrar su endemoniado ritmo lo calmé, me miró como preguntando si estaba todo bien, le sonreí y continuó más calmado.
Después de eso pasamos el Kamasutra completo, con todas sus variantes, pasando con rapidez de una posición a otra: perrito, pollita pastando, sentados, parados, de frente, de espalda, de lado, patitas al hombro, montados, hincados al borde de la cama, sobre la cama , en fin…todas y mi compañero con su acostumbrado vigor y fuerza, se volvió a poner de pie conmigo ensartada y me dio con todo a lo koala, volaba cayendo en su pico, la fuerza de gravedad en caída libre golpeaba con fuerza, él separaba su torso del mío para dar mayor base.
En algún momento tomé las riendas montándolo y llevando yo el ritmo, mucho más lento, entrando y saliendo con lentitud, pudiendo disfrutar con mayor propiedad ese pico frenético, pasé mis piernas hacia adelante y quedé sentada con su pico adentro, con el peso en mis piernas y brazos, en esa posición lo dejé con pocas posibilidades de movimiento, así es que me aproveché de eso para mantener el ritmo un poco más pausado y gozar plenamente sintiendo ese pico vigoroso clavándose en mi concha.
Le entregué el control y se abalanzó sobre mí como toro saliendo de su encierro, me puse boca abajo y me penetró firme montándome y agarrando mi pelo, como en yegua sin montura, lo tiraba con fuerza, casi me ahogo en un terremoto explosivo, acabé deliciosamente.
Me gusta que tiren de mi pelo en esa posición, tú lo haces algunas veces, mi problema con él es que como no lo conozco bien, no tengo esa confianza ciega que tengo contigo, entonces mi primera reacción a esas muestras de erotismo algo violento es defenderme, no hay todavía una entrega, la misma reacción la tuve cuando lo sentí poniendo sus manos alrededor de mi cuello, no es algo consciente es una reacción absolutamente instintiva.
Me puse de espaldas, me levantó las piernas y me embistió con fuerza, me estaba dando como loco con el pico por la zorra y se llevó los dedos a la boca, los mojó y empezó a meterlos por mi culo, yo gozaba como enferma, pero no podía dejarme llevar tranquila, tenía previamente decidido que al Demonio de Tasmania y su arma mortal, no iba a darle la pasada por el camino angosto, con ese desenfreno podría ser algo doloroso y como algo conozco a los hombres generalmente después de meter los dedos en el culo y no encontrar resistencia (en este caso era más bien todo lo contrario, yo no podía ocultar que gozaba como perra), viene la incursión del pico. Bueno tal como me lo imaginaba después de un rato de darle en esa posición sacó su miembro de mi zorra y se dispuso a apuntar al pequeño, lo paré y dije - NO, sin lubricante, ni cagando- , me pidió dulcemente una oportunidad, que confiara en él, le dije que debía ser con mucha delicadeza, con sumo cuidado, pensé que al primer signo de dolor se iba a la cresta, pero nuevamente me sorprendió su manejo, fue sutil y considerado penetró suavísimo sin una gota de dolor,…puro echarle pa’ delante no más, si caprichosa no soy. En un momento se paró conmigo en brazos, de frente con mis piernas me agarraba alrededor de sus caderas , me ensartó de un salto por el culo, que ya se había convertido en una vía de alta velocidad, bueno me imagino que para eso sirven los 22 años de edad para tener una condición física absolutamente asombrosa, la verdad es que no deja de sorprenderme, caímos en la cama y quedé acostada sobre él con mis pies hacia su cara, me ensarté de esa manera y sosteniendo mi peso en los brazos y en las piernas empecé a balancearme sobre su pico empalado en mi culo, me preguntó si me gustaba le contesté que me gustaba mucho a pesar de que eso era más que evidente, aún hay pocas palabras entre él y yo, me imagino que ambos nos censuramos muchísimo en cuanto a qué decir, la verdad es que a pesar de todo nos conocemos muy poco y los 30 años de diferencia nos deben pesar mucho en ese sentido.
Me acosté de espaldas y me levantó las piernas y las caderas y se metió por mi culo, yo me abría los glúteos con las dos manos para sentirlo muy , muy adentro y lo estrujaba, estaba muy loco el cabro chico, gozaba como enfermo, miraba su cara eufórica, salió de mi culo y se sacó el preservativo, acostada como estaba empecé a comérmelo, a chuparlo , a fantasear que acabaría en mi boca, que nuevamente me iría con su olor impregnado, que lo saborearía gota a gota, que no dejaría escapar nada, le chupé las bolas mientras él se pajeaba, le metí mi lengua por su culo y le mamaba el pico esperando ansiosa por su jugo, no saqué ni un segundo mis ojos de su cara y me enloqueció su expresión cuando explotó sobre mi cara y metió su pico completo en mi boca, lo succioné largo rato chupándolo hasta sorber la última gota.
Nos quedamos acostados sin hablar, evidentemente nos habíamos superado enormemente, recuperé el aliento y él se fue a la ducha, yo me voy siempre sin duchar para llevar conmigo todos los olores y jugos para ti. Incluso el semen que quedó en mi cara lo puse en mi ombligo.
Me vestí rápido, al despedirme reparé nuevamente en el violoncello, no es nada común tener uno de esos instrumentos en una casa, me calentó mucho la idea de fotografiarme con eso entre mis piernas. Le di un beso y partí a tirar con mi perro.
Estaba con una cantidad de trabajo de locos cuando llamó el pendex de Tasmania, se cumplía una semana desde que había pasado por ese huracán y aún tenía una costra en mi codo como cicatriz de aquella batalla. Contesté la llamada pero le dije que no podía hablar, que yo lo llamaría después, insistió como tres veces, pero yo en verdad estaba hasta el cuello.
Entonces me envió un directo y osado mensaje, “A qué hora llegas … “ siempre me sorprende, es que lo encuentro súper jugado y eso me gusta, es valiente el cabro chico. Te llamé para contarte y te dije que iría pero esta vez a la salida de la oficina, te había comentado que no quería que pasara mucho tiempo antes de volver a tirar con él, no podía volver a cero si pretendía domarlo. Quería que fuera lo antes posible y ahí tomar una determinación si seguíamos con él o si lo dejábamos.
Me gustaba mucho pensar que pudiéramos incorporar al cabro chico a nuestra rutina de juegos, pensaba que podría llegar a ser un estupendo aporte, sin embargo todavía habían algunas cosas que no me convencían del todo: su salvajismo, la edad (cada vez que te decía - tiene la edad de mi hijo menor- tú me respondías - pero no es tu hijo, y cumplió los 18 hace rato- ) y esa mala onda que tuviste al comenzar. Pero debo reconocer que me calentaba el pendejo, sentía que era algo así como un trofeo, un deseable y requerido jovencito y eso siempre es bueno para el ego.
No quise enviarle un mensaje lo llamé y le dije que iba a las 18:30, no dijimos mucho más sólo los saludos triviales.
Me fui caminando, esta vez me sentía más preparada y mi desafío era empezar a domar a la bestia, sacarle provecho enseñarle que hay matices y pausas, que no todo debe ser un desborde de energía sin control.
Te llamé en el camino, ahora todo estaba bien entre nosotros, estábamos disfrutando a concho de nuestro juego de perros, de socios, de cómplices, de pareja pervertida.
Igual la cuota de nervios en esa previa no es menor, pero sobrepasan por mucho las ganas, la calentura de pasarlo a toda raja.
Nuevamente apenas cerró la puerta se me abalanzó como un huracán, pero esta vez yo no iba a soltar las riendas de ese potro desbocado, así es que lo calmé inmediatamente, le pregunté si tenía alguna cita después, me contestó que no, que teníamos todo el tiempo del mundo, de partida eso sirvió para aquietar sus ansias.
Me abordó besándome la boca, chupándome las orejas, mordisqueándome la espalda.
Saqué mi pito y esperé su reacción inmediata (parece que la marihuana ya no causa reacciones negativas en nadie) le pareció una muy buena idea, es más me dijo que él también tenía un pitito. Eso ayudaría mucho a la tarea de acomodar nuestra energía.
Mientras fumábamos desabroché su pantalón y liberé el dragón que pulsaba por salir, lo besé con devoción, lentamente pasando la lengua por aquella ranura de la cual emergían ya algunas gotas de delicioso semen. Seguimos atracando de pie en el living yo vestida y él a medio vestir, se abrochó el pantalón y me puso las manos en los glúteos, me elevó y empezó a caminar hacia el dormitorio, yo me aferré como koala con piernas y brazos alrededor de su tronco, mientras metía mi lengua en su boca.
Yo no iba preparada para sacarme la ropa fácilmente, llevaba unos pantalones muy ajustados y un top sin espalda, no tenía sostén, quedé en topless rápidamente, él me chupaba las tetas, me saqué el pantalón y el metía sus dedos en mi zorra que complaciente y ganosa se mojaba con mucha rapidez. Abrió la cama mientras me sacaba mis calzones, me tiré de espaldas abriendo las piernas para que me penetrara ofreciendo la zorra en plenitud. Se puso el preservativo se hincó de frente y me penetró firme y fuerte, con vigor, en su estilo pero bastante más mesurado que la vez anterior, cuando empezó a agarrar su endemoniado ritmo lo calmé, me miró como preguntando si estaba todo bien, le sonreí y continuó más calmado.
Después de eso pasamos el Kamasutra completo, con todas sus variantes, pasando con rapidez de una posición a otra: perrito, pollita pastando, sentados, parados, de frente, de espalda, de lado, patitas al hombro, montados, hincados al borde de la cama, sobre la cama , en fin…todas y mi compañero con su acostumbrado vigor y fuerza, se volvió a poner de pie conmigo ensartada y me dio con todo a lo koala, volaba cayendo en su pico, la fuerza de gravedad en caída libre golpeaba con fuerza, él separaba su torso del mío para dar mayor base.
En algún momento tomé las riendas montándolo y llevando yo el ritmo, mucho más lento, entrando y saliendo con lentitud, pudiendo disfrutar con mayor propiedad ese pico frenético, pasé mis piernas hacia adelante y quedé sentada con su pico adentro, con el peso en mis piernas y brazos, en esa posición lo dejé con pocas posibilidades de movimiento, así es que me aproveché de eso para mantener el ritmo un poco más pausado y gozar plenamente sintiendo ese pico vigoroso clavándose en mi concha.
Le entregué el control y se abalanzó sobre mí como toro saliendo de su encierro, me puse boca abajo y me penetró firme montándome y agarrando mi pelo, como en yegua sin montura, lo tiraba con fuerza, casi me ahogo en un terremoto explosivo, acabé deliciosamente.
Me gusta que tiren de mi pelo en esa posición, tú lo haces algunas veces, mi problema con él es que como no lo conozco bien, no tengo esa confianza ciega que tengo contigo, entonces mi primera reacción a esas muestras de erotismo algo violento es defenderme, no hay todavía una entrega, la misma reacción la tuve cuando lo sentí poniendo sus manos alrededor de mi cuello, no es algo consciente es una reacción absolutamente instintiva.
Me puse de espaldas, me levantó las piernas y me embistió con fuerza, me estaba dando como loco con el pico por la zorra y se llevó los dedos a la boca, los mojó y empezó a meterlos por mi culo, yo gozaba como enferma, pero no podía dejarme llevar tranquila, tenía previamente decidido que al Demonio de Tasmania y su arma mortal, no iba a darle la pasada por el camino angosto, con ese desenfreno podría ser algo doloroso y como algo conozco a los hombres generalmente después de meter los dedos en el culo y no encontrar resistencia (en este caso era más bien todo lo contrario, yo no podía ocultar que gozaba como perra), viene la incursión del pico. Bueno tal como me lo imaginaba después de un rato de darle en esa posición sacó su miembro de mi zorra y se dispuso a apuntar al pequeño, lo paré y dije - NO, sin lubricante, ni cagando- , me pidió dulcemente una oportunidad, que confiara en él, le dije que debía ser con mucha delicadeza, con sumo cuidado, pensé que al primer signo de dolor se iba a la cresta, pero nuevamente me sorprendió su manejo, fue sutil y considerado penetró suavísimo sin una gota de dolor,…puro echarle pa’ delante no más, si caprichosa no soy. En un momento se paró conmigo en brazos, de frente con mis piernas me agarraba alrededor de sus caderas , me ensartó de un salto por el culo, que ya se había convertido en una vía de alta velocidad, bueno me imagino que para eso sirven los 22 años de edad para tener una condición física absolutamente asombrosa, la verdad es que no deja de sorprenderme, caímos en la cama y quedé acostada sobre él con mis pies hacia su cara, me ensarté de esa manera y sosteniendo mi peso en los brazos y en las piernas empecé a balancearme sobre su pico empalado en mi culo, me preguntó si me gustaba le contesté que me gustaba mucho a pesar de que eso era más que evidente, aún hay pocas palabras entre él y yo, me imagino que ambos nos censuramos muchísimo en cuanto a qué decir, la verdad es que a pesar de todo nos conocemos muy poco y los 30 años de diferencia nos deben pesar mucho en ese sentido.
Me acosté de espaldas y me levantó las piernas y las caderas y se metió por mi culo, yo me abría los glúteos con las dos manos para sentirlo muy , muy adentro y lo estrujaba, estaba muy loco el cabro chico, gozaba como enfermo, miraba su cara eufórica, salió de mi culo y se sacó el preservativo, acostada como estaba empecé a comérmelo, a chuparlo , a fantasear que acabaría en mi boca, que nuevamente me iría con su olor impregnado, que lo saborearía gota a gota, que no dejaría escapar nada, le chupé las bolas mientras él se pajeaba, le metí mi lengua por su culo y le mamaba el pico esperando ansiosa por su jugo, no saqué ni un segundo mis ojos de su cara y me enloqueció su expresión cuando explotó sobre mi cara y metió su pico completo en mi boca, lo succioné largo rato chupándolo hasta sorber la última gota.
Nos quedamos acostados sin hablar, evidentemente nos habíamos superado enormemente, recuperé el aliento y él se fue a la ducha, yo me voy siempre sin duchar para llevar conmigo todos los olores y jugos para ti. Incluso el semen que quedó en mi cara lo puse en mi ombligo.
Me vestí rápido, al despedirme reparé nuevamente en el violoncello, no es nada común tener uno de esos instrumentos en una casa, me calentó mucho la idea de fotografiarme con eso entre mis piernas. Le di un beso y partí a tirar con mi perro.